Yo siempre fui una niña tímida.
Me encantaba cantar en la ducha o cuando me quedaba sola en casa.
Por entonces vivía en Marbella y me daba una vergüenza tremenda cantar delante de gente; sin embargo, con mis amigas cantaba porque ellas también lo hacían.
Cantábamos a voces de manera intuitiva y nos aficionamos a escuchar grupos de soul, r&b y flamenco en la adolescencia.
Mi padre es, y siempre lo ha sido, melómano y coleccionista de CD´s, así que lo tenía fácil.
Decidí irme a vivir a Barcelona después de la selectividad, porque quise tomarme la música en serio y estudiar el lenguaje de los músicos para entenderme con ellos.
Una vez en Barcelona, tardé unos años en dar con la técnica que me hizo comprender profundamente el trabajo vocal: el Voicecraft.
Por fin, entendí que para salir de lo abstracto había que conocer un mínimo de anatomía y así saber cómo movilizar la musculatura.
Vi que la única manera de salir del bucle de “no sé cómo lo he hecho” era relacionar sensaciones físicas con imágenes a través de visualizaciones.
Tomé seis meses de clases particulares semanales y después asistí al intensivo para obtener el certificado del Nivel I y II de lo que oficialmente se llama Estill Voice Training System.
Posteriormente seguí tomando clases hasta que automaticé todo lo aprendido.
Mi interés principal en relación a la técnica siempre fue aplicarlo a la carrera que estaba comenzando como cantante profesional a mis 20 años en Barcelona.
Quería evitar hacerme daño y mantener una buena salud vocal para toda la vida, porque mi determinación era clara: yo quería ser cantante y no tenía un plan B.
Todo lo aprendido lo integré con facilidad (aunque no de forma rápida) porque me interesaba mucho, pero llegado a cierto punto decidí no continuar profundizando en la técnica porque sentía que el análisis constante de lo que hacía y cómo lo hacía estaba restando sensibilidad a mi interpretación.
Así que, en ese momento encontré un punto de equilibrio entre técnica vocal y emoción.
Pocos años después apliqué toda la técnica estudiada y aplicada en el soul, al cante flamenco.
Profundicé durante cinco años en los cantes tradicionales del flamenco mientras cursaba los estudios superiores de flamenco en Taller de Musics.
De aquí saqué varias conclusiones: una es que me vale la misma técnica pero con algunas diferenciaciones, ya que según el estilo se emplean unos matices de voz, unos giros y una gestión del aire diferentes.
Obviamente, esto depende también de la persona y de la interpretación que se quiera dar al cante o la canción.
Otra es que pude integrar en el canto moderno algunos conceptos que me transmitió mi profesor de cante flamenco.
Y una tercera idea es que nada es blanco o negro, así que con el tiempo, cuando enseño, he tratado de transmitir una base conceptual a partir de la que trabajar, pero en suma, todo es relativo, y a la hora de cantar hay tantos elementos participando que tener total control (o casi) de la voz lleva años de experimentar con ella.
Por tanto, la prioridad para mí en cuanto a la enseñanza del control de voz siempre ha sido conseguir un sonido saludable y controlar la musculatura para luego poder hacer y deshacer.
Lo estético, entonces, queda en un segundo plano como un abanico de opciones de elección personal.
Encontrar mi voz en el ámbito flamenco también me supuso horas de análisis en cuanto al uso de la voz y empleo de recursos técnicos y es por esto que decidí crear el curso online Cómo aflamencar melodías, que también se encuentra disponible en mi web.
Con este nuevo curso, espero poder ayudarte a salir de lo abstracto y que adquieras más conciencia física en el acto de cantar, para alcanzar así el máximo potencial de tu voz.
Que seas tú quien decida qué quieres y cómo lo quieres cantar, sabiendo dominar tu voz y, sobre todo, disfrutando en todo momento del arte de cantar.